doctor Simón Castelví asegura que la encíclica Humanae Vitae es "una profecía científica": Pablo VI pone en guardia "sobre los peligros de la píldora contraceptiva como el cáncer, la infertilidad, la violación de los derechos humanos, etc."
Monseñor Munilla la evoca: "Justo cuando la revolución sexual reivindicaba aquello de "hago con mi cuerpo lo que quiero", la Iglesia recordaba que la sexualidad no puede ser reducida a un instrumento lúdico y reclama nuestra responsabilidad, que se concreta en el amor fiel y en la procreación (...).
Jérôme Lejeune (fue Premio Nóbel de biología) describía así esta concatenación de despropósitos: "La anticoncepción es hacer el amor sin hacer el niño; la fecundación «in vitro» es hacer el niño sin hacer el amor; el aborto es deshacer el niño; y la pornografía es deshacer el amor". Efectos de aquella revolución de mayo del 68: adicción al sexo y libertinaje sexual, extensión del Sida y de otras ETS, demasiados embarazos en adolescentes y abortos, incontables fracturas familiares y la difusión de la droga…
¿Debemos lamentarnos? Sobretodo, debemos educar. Educar a los jóvenes para un amor comprometido, no para la promiscuidad y la adicción; para la generosidad, no para el egoísmo; para que sepan controlarse, no para ser flojos y mediocres. La sociedad necesita jóvenes limpios, fuertes, responsables, capaces de formar familias felices.
Josefa Romo
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