Al Nacimiento lo precedió el fiat de la Anunciación.
Allí María, con libertad plena, se sujetó a la voluntad de Dios abandonándose en sus manos.
No puso límites, no midió riesgos, no calculó costos, no especuló con los resultados. Desdeñó ambiciones mundanas.
Tras esa entrega total, el Verbo se hizo carne.
Encarnar en la Patria el Reinado Social de Cristo exige una militancia que sólo puede sostener la gracia de Dios cuando, con generosidad desbordante, corresponde nuestra entrega.
Llevemos al Pesebre nuestros cinco panes con la certeza de que, si no escondemos migajas en los bolsillos, el Divino Rey los multiplicará.
¡Santa y feliz Navidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartí con nosotros y nuestros lectores tu opinión!