Priests for Life´
“Y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la hostería.” (Lucas 2:7)
El hecho de que no hubiera lugar para Jesús, María y José en la hostería de Belén en la primera Navidad debería hacernos pensar, porque el nacimiento de Cristo fue previsto y planeado por Dios desde toda la eternidad. Cientos de años antes de que ocurriera, los profetas anunciaron que nacería de una virgen (Isaías 7:14) y que Belén sería el lugar de su nacimiento (Miqueas 5:2). También fueron predichos muchos otros detalles de su vida y de su muerte. ¿Acaso Dios se olvidó de preparar un lugar para su Hijo? ¿Cómo es posible que no hubiera lugar, cuando el niño nacido en Navidad es el dueño de la hostería, de Belén, del mundo y de cada pulgada de espacio en todo el universo?
Obviamente, Dios hizo esto a propósito. No había lugar en la hostería, porque esto demuestra que el mundo ha rechazado a Dios. El mundo no hace lugar para el Dios que lo creó. No había lugar en la hostería porque Dios quería mostrar que su Hijo viene como Salvador, a reconciliar un mundo que está enemistado con Dios. Ser rechazado en la hostería anticipa el hecho que el mismo Salvador será rechazado, odiado y en última instancia crucificado; y todo esto era parte del plan de Dios desde toda la eternidad. En definitiva, la falta de lugar en la hostería simboliza la falta de lugar para El en nuestro corazón. Cuando nuestros corazones están llenos de toda clase de deseos que no son Dios, lo terminamos expulsando lentamente.
Que no haya lugar en la hostería significa también que no preparamos un lugar para nuestros hermanos y hermanas. El primer gran mandamiento es amar a Dios, y el segundo es parecido: amar al prójimo. Cristo deseó ser dejado afuera, porque siempre se solidariza con los que son excluídos, abandonados y expulsados. Esa es la situación hoy en día de los niños por nacer. Se los expulsa de las agendas repletas de mucha gente que hace muchas cosas buenas e importantes, pero no está dispuesta a levantar ni un dedo para proteger las vidas de estos niños amenazados por el aborto. Han sido expulsados de las agendas legislativas, programas de predicación, planes de carrera y actividades de voluntarios. Ya hay demasiadas cosas para hacer, no hay lugar en la hostería.
Cristo llega en Navidad para cambiar todo eso. Hoy no busca la hostería, busca espacio en nuestros corazones y nuestras vidas. Y pide que al recibirlo, recibamos a todo el que el recibe, incluyendo los niños más indefensos y abandonados. Recibimos al Divino Niño, y al hacerlo, recibimos a cada niño. Al celebrar la Navidad, cantamos en el villancico “Oh Santa Noche” (O Holy Night) las palabras, “Romperá las cadenas, porque el esclavo es nuestro hermano, y en su nombre cesará toda opresión.” (“Chains shall he break, for the slave is our brother, and in his name all oppression shall cease.”) ¡Amén! ¡Qué cese la opresión y llegue la Navidad para los niños por nacer!
El hecho de que no hubiera lugar para Jesús, María y José en la hostería de Belén en la primera Navidad debería hacernos pensar, porque el nacimiento de Cristo fue previsto y planeado por Dios desde toda la eternidad. Cientos de años antes de que ocurriera, los profetas anunciaron que nacería de una virgen (Isaías 7:14) y que Belén sería el lugar de su nacimiento (Miqueas 5:2). También fueron predichos muchos otros detalles de su vida y de su muerte. ¿Acaso Dios se olvidó de preparar un lugar para su Hijo? ¿Cómo es posible que no hubiera lugar, cuando el niño nacido en Navidad es el dueño de la hostería, de Belén, del mundo y de cada pulgada de espacio en todo el universo?
Obviamente, Dios hizo esto a propósito. No había lugar en la hostería, porque esto demuestra que el mundo ha rechazado a Dios. El mundo no hace lugar para el Dios que lo creó. No había lugar en la hostería porque Dios quería mostrar que su Hijo viene como Salvador, a reconciliar un mundo que está enemistado con Dios. Ser rechazado en la hostería anticipa el hecho que el mismo Salvador será rechazado, odiado y en última instancia crucificado; y todo esto era parte del plan de Dios desde toda la eternidad. En definitiva, la falta de lugar en la hostería simboliza la falta de lugar para El en nuestro corazón. Cuando nuestros corazones están llenos de toda clase de deseos que no son Dios, lo terminamos expulsando lentamente.
Que no haya lugar en la hostería significa también que no preparamos un lugar para nuestros hermanos y hermanas. El primer gran mandamiento es amar a Dios, y el segundo es parecido: amar al prójimo. Cristo deseó ser dejado afuera, porque siempre se solidariza con los que son excluídos, abandonados y expulsados. Esa es la situación hoy en día de los niños por nacer. Se los expulsa de las agendas repletas de mucha gente que hace muchas cosas buenas e importantes, pero no está dispuesta a levantar ni un dedo para proteger las vidas de estos niños amenazados por el aborto. Han sido expulsados de las agendas legislativas, programas de predicación, planes de carrera y actividades de voluntarios. Ya hay demasiadas cosas para hacer, no hay lugar en la hostería.
Cristo llega en Navidad para cambiar todo eso. Hoy no busca la hostería, busca espacio en nuestros corazones y nuestras vidas. Y pide que al recibirlo, recibamos a todo el que el recibe, incluyendo los niños más indefensos y abandonados. Recibimos al Divino Niño, y al hacerlo, recibimos a cada niño. Al celebrar la Navidad, cantamos en el villancico “Oh Santa Noche” (O Holy Night) las palabras, “Romperá las cadenas, porque el esclavo es nuestro hermano, y en su nombre cesará toda opresión.” (“Chains shall he break, for the slave is our brother, and in his name all oppression shall cease.”) ¡Amén! ¡Qué cese la opresión y llegue la Navidad para los niños por nacer!
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