jueves, 5 de febrero de 2009

Matar de hambre a un perro es crueldad; a un humano es misericordia


El discurso es ser más compasivo con un perro o un caballo que con Eluana Englaro.

Pobres osos polares, que se ahogarán por el calentamiento global! ¡Pobres linces, que son atropellados por coches! ¡Pobres mariposas, que son molestadas por el tráfico! ¡Pobres gorilas, que son cazados! ¡Pobres elefantes que viven en los zoos!
De los ingleses decía Ortega y Gasset que dedicaban a los animales el amor que no daban al resto de los humanos. Esa perversión se ha extendido a toda la humanidad occidental. Si el cristianismo introdujo el concepto de prójimo y la preocupación por su futuro, su salvación y su bienestar, ahora el laicismo introduce la indiferencia y el desprecio: "¿Te quieres matar? Espera que te ayudo".

Se trata de presentar el caso de Eluana Englaro como una eutanasia y apelan, como ya se hizo con el aborto, a la "compasión"... y al anticristianismo. Aquí no se trata de cesar en un tratamiento médico (conducta no desaprobada por la Iglesia), sino de dejar morir de hambre y de sed a un ser humano indefenso.

Si Eluana fuese un caballo o un perro, los mismos que proponen su asesinato dirían que se sienten avergonzados de ser humanos y clamarían por el encarcelamiento de sus dueños, es decir, su padre y sus médicos.

Con la crisis económica y el ateísmo rampantes la eutanasia se va a usar para ahorrar gastos en la Seguridad Social. ¿No se están abortando fetos de siete y ocho meses perfectamente viables?¿Por qué una sociedad como la nuestra, que derrocha tanto dinero en vanalidades no puede ayudar a muchas madres a tener y criar a sus hijos? Por odio y por materialismo.

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