lunes, 23 de noviembre de 2009

¡VIVA CRISTO REY !

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 22 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Cristo es un Rey que domina con el amor, sin imponerse, respetando más bien la libertad del hombre, explicó Benedicto XVI en la solemnidad de Cristo Rey, que celebró la Iglesia en este domingo.

La realeza de Cristo no es la de los grandes de este mundo, sino que consiste en el poder de derrotar al mal y la muerte, de "encender la esperanza" incluso en el corazón más endurecido, añadió el pontífice al rezar a mediodía la oración mariana del Ángelus.

En el último domingo antes del inicio del Adviento, el tiempo litúrgico de preparación para la Navidad, el Santo Padre explicó a los fieles congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano que el poder de Cristo "no es como el de los reyes y los grandes de este mundo; es el poder divino para dar la vida eterna, para liberar del mal, de derrotar al dominio de la muerte".

"Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del mal, enternecer un corazón endurecido, llevar paz al conflicto más agudo, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la Gracia no se impone nunca, sino que respeta siempre nuestra libertad", añadió hablando desde la ventana de su estudio.

Según el pontífice, "el título de 'rey', referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y e su misión de salvación".

"Se puede observar, en este sentido, una progresión: se comienza con la expresión 'rey de Israel' y se llega a la de rey universal, Señor del cosmos y de la historia, por tanto, mucho más allá de las expectativas del mismo pueblo judío", aclaró.

Ante la grandeza de esta realeza, ante la paradoja de su signo, la Cruz, toda conciencia tiene que realizar necesariamente una "opción", indicó Benedicto XVI: "¿A quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿A la verdad o a la mentira?".

"Optar por Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura esa paz y esa alegría que sólo Él puede dar", reconoció.

"Lo demuestra, en toda época, la experiencia de tantos hombres y mujeres que, en el nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a las adulaciones de los poderes terrenos con sus diferentes máscaras, hasta sellar con el martirio esta fidelidad", concluyó.

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